Capital Política
Por David Acosta
Dicen que una naranja podrida contamina a las demás y es exactamente lo que pasó en el Congreso del Estado. El diputado Eduardo Martínez Arcila ha terminado con la poca credibilidad que se tenía de los legisladores en tan sólo cuatro años.
La realidad supera a la ficción en la presente XVI
Legislatura y eso que la mayoría de las anteriores fueron priistas. Cuando se
pensó que con el control del Congreso del Estado por parte de Partido Acción
Nacional (PAN), en la pasada legislatura, las cosas cambiarían y habría una
verdadera separación de poderes, la situación empeoró. Hoy Martínez Arcila todavía tiene secuestrado
al Poder Legislativo y ha logrado mover a su antojo a los demás legisladores,
incluido a la mayoría morenista.
Martínez Arcila es plenamente identificado como empleado
del gobernador Carlos Joaquín, si él no lo sabe que alguien se lo diga. Es
hasta el momento el legislador más repudiado del Congreso del Estado y por si
tampoco lo sabe, sus mismos compañeras y compañeros de partido, incluso de
bancada se expresan mal de él.
Se lo ha ganado a pulso, pues en lugar de buscar un
beneficio social lo único que ha alimentado es un ego personal por el poder y
por servir fielmente los intereses del gobierno en turno, así como manipular a
su gente para su beneficio propio, aunque muchos de ellos, y con conocimiento
de causa, terminen en el exilio, tal es el caso de Fernando Zelaya Espinosa y
lo que está a punto de ocurrir con Mayuli Martínez Simón.
Lo peor es que se quiere perpetuar, pues muy posiblemente
encabece la lista de las plurinominales para diputados federales.
Martínez Arcila es el claro ejemplo de la figura de los
diputados del siglo pasado en el que simplemente se ordenaba desde segundo piso
de Palacio de Gobierno lo que se tenía que hacer, y la orden se ejecutaba sin
importar pasar por encima de los intereses sociales o de la ley.
Esa precisamente la figura que la sociedad ya no soporta
más y que se pretende desechar del escenario político o público.
En la XVI Legislatura es Martínez Arcila quien mueve los
hilos, quien ha logrado llevar hasta al más bajo nivel la figura del legislador.
Hoy quiere propinar un albazo al diputado Gustavo Miranda García, quien se
perfila para ser el próximo presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación
Política (Jugocopo), si el verde ecologista lo merece o no ese ya es otro
cantar.
Lo inadmisible en este caso es que el diputado panista
está moviendo “cielo, mar y tierra” para lograr su objetivo solo por la
ambición de poder, ahora más nunca y luego de cobrar fuerza al ser elegido
presidente de la Mesa Directiva para el segundo año de ejercicio constitucional
de la presente legislatura. Pretende hacer lo mismo que logró con Edgar Gasca
Arceo y Reyna Durán Ovando.
Para variar este diputado que es sinónimo de corrupción
podría ser quien presida el tercer año de ejercicio constitucional en donde se
lavarán las cuentas públicas del gobernador Carlos Joaquín.
Lamentable es que algunos diputados de la XVI Legislatura
piensen que no forman parte de la podredumbre a la ha llegado el Congreso del
Estado, todos sin excepción han caído en algún momento en el juego.
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