viernes, 26 de junio de 2015

La autocensura en el periodismo

Con un arma frente a mí, que desconozco el calibre, escuché la siguiente frase de su portador: "si publicas lo que acabas de ver, te va a llevar la chingada; ustedes son peor que nosotros..., así que te recomiendo que no escribas nada; sabemos donde vives, qué haces, donde estudian tus hijos y donde trabaja tu esposa...".
Lógicamente, la nota no salió por mi propia seguridad. Es en estos momentos donde entra el dilema, ¿lo publico o no? Así llega la autocensura.
Pero hay otra censura que es más sutil, más 'política', más dañina; la que piden los políticos y amigos del dueño o dueños de un medio de comunicación.
¿Hasta dónde el reportero debe arriesgar su integridad física, su seguridad, a su familia? Esa es la pregunta.
Recuerdo que a uno de mis compañeros, a quien le habían dicho "bájale de güevos" a tus notas, cosa que no hizo. Una noche llegaron al periódico y en el filtro de seguridad le dijeron al guardia: queremos hablar con fulano de tal, ¿le podría llamar?, le traemos una nota exclusiva. Sin sospechar el guardia pasó el recado al área de redacción; bajó el reportero, salió para atender a sus 'visitantes'.
No lo volvimos a ver. En su espacio para escribir quedó su libreta, grabadora, lapicero y su chaleco.
Dos años después, aparecieron sus restos; el crimen organizado lo había carbonizado.
Solo quiero hacer una observación; si como reportero o comunicador recibes dinero no lícito, te comprometes a promover o dejar pasar las actividades que se realizan para recabar ese dinero.
La decisión la tienes tú.

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